II Parte
Tiempos de
enojo
“Debe aprender a controlarse, parece alka seltzer, con un poquito y se
sube”. Cuántas veces me dijeron eso no lo sé, pero entre más edad, yo creía que
iba aprendiendo el arte del control del enojo; sin embargo, esa situación, esa situación
me desestabilizó, reconozco que todo mi avance, si es que en algún momento lo
hubo, lo tiré por la borda.
Lo que el Señor permitió me matriculó a la fuerza en un nuevo curso de
la universidad de Dios, una escuela más y, ¡por supuesto que no lo podía ver de
esa manera! Era enojo lo único que inundaba todo mi ser, cómo no lo iba a estar
si era una injusticia más.
Considero que el primer sentimiento que emerge en tiempos de crisis es
el enojo, aquí es donde los hijos de Dios debemos ponernos alertas. La Palabra
dice que no dejemos que el sol se ponga
sobre nuestro enojo (Efesios 4:26). A que se refería Dios con ese consejo,
bueno, Santiago 1:19-20 es más explícito: “Recordad
esto, queridos hermanos: todos debéis estar dispuestos a escuchar; en cambio,
debéis ser lentos para hablar y para enojaros, porque el hombre enojado no hace lo que agrada a Dios”. (Énfasis puesto para resaltar
referencia)
No necesito una revelación directa del cielo para saber que al igual
que yo, muchos de ustedes están pasando o han pasado tiempos de pruebas, injusticias
o frustraciones y lo que voy a escribir en este momento puede que no le vaya
agradar, soy sincera, a mí tampoco me agradó, pero la oración en un hijo de
Dios no debe ser un simple dulce de vez en cuando, debe ser el alimento diario.
Tal vez en un principio de la crisis no tenemos tanto problema para acercarnos
al Señor; no obstante, aquí viene el “pero”, cuando pasa el tiempo y las cosas
no se resuelven y no vemos respuestas del Altísimo, o por lo menos no como las
que quisiéramos, el enojo empieza a salir y cómo dice Santiago enojados hacemos
lo que no agrada a Dios.
Ahora, cuando uno no hace lo que agrada a Dios, eso no tiene otro
nombre más que PECADO y este
definitivamente nos aleja del Señor.
Piénselo bien: ¿Cuándo te enojas con alguien tiene ganas de hablarle?,
no sé usted, pero yo no quiero verlo(a) ni en pintura.
En medio del enojo igual nos pasa con Dios, en vez de oraciones soltamos
recriminaciones, vienen las raíces de amargura contra aquellos que nos hicieron
daño, soltamos palabras de maldición cuando decimos “a mí nada me sale bien”, “que
más podía esperar”, “ya no oro, para qué si Dios no me escucha”… yo puse
algunas, agregue usted otras y muchos errores más.
Recuerde que Él es digno de nuestra alabanza y adoración en todo
momento. Cosa dura es esto; sin embargo se puede. En mi tiempo de enojo he practicado:
1.
La Sinceridad: No esperes a que el
sentimiento de enojo se vaya de ti para empezar a orar, esto no pasa. Sea
sincero con Dios, exprésele lo que hay en su interior, cuéntele por qué está tan
molesto y sus frustraciones.
Si alguien te hizo daño pon
tu causa a Dios y pide justicia, aún si es hijo del Rey también. Hubo un tiempo
en el cual pensé que si una de mis autoridades cometía una injusticia no podía
hablar con el Señor de esto, hágalo, el Señor hablará al corazón de esa persona
también, lo que no hay que hacer es murmurar.
Yo no hice un altar
majestuoso, no quería, muchas conversaciones fueron de camino a mi trabajo, en
la ducha, en mi cama. Exprésele su frialdad, falta de fe y cuánto necesita de
Él ya que en ese momento no quiere nada, invítele a llenar su corazón de nuevo,
pídale al Espíritu Santo que le ayude. ¡DIOS escucha esas conversaciones, realmente
lo hace!
2.
Hable su Palabra: Recuerde mentalmente lo que
dice su Palabra y ataque con esta los pensamientos negativos. No se le olvide
que la duda aquí está en su punto
más alto, cada vez que pueda háblese a si mismo las palabras de promesa y recuérdeselas
al Señor; HÁGALO aunque su mente y
usted no las crean, recuerde que el poder de la vida y la muerte está en las
palabras.
3.
Arrepiéntase: En el libro de Shirley
Dobson, Paz en tiempos inciertos, ella escribe que el arrepentimiento significa confesar nuestro fracaso para vivir como Dios
quiere que vivamos.
Durante los tiempos de enojo
muchas veces caemos en rebelión, nos equivocamos, herimos, hablamos lo que no
tenemos que hablar, odiamos. Veo como, con cada acto vamos construyendo una
muralla entre nosotros y Dios, el Espíritu se contrista y es más difícil una
relación genuina con el Rey y con esto Satanás se aprovecha.
Arrepentirse es sanidad
divida para nuestra alma. Libérese pida perdón y principalmente perdone, sé que
esto último cuesta mucho, pero con la ayuda de Dios se puede.
Los puntos anteriores no son
una receta; sin embargo, cuando salí de mi enojo y empecé a tener mayor
claridad, entendí que cada una de esas acciones me ayudó a estabilizar mis
emociones, al final y aunque no lo sabía lo que hice fue orar en tiempos de
enojo.
Le espero en la III parte: Adoración extrema
Marita Rojas H.